bajo mi punto de vista, hay un gran componente social y estructural en el malestar psíquico. esto no exime de que cada quien haga su parte individual. y al revés.

a veces pienso que con esto de que «lo personal es político», corremos el riesgo de colectivizarlo todo y no encargarnos realmente de nada. una deflexión como otra cualquiera, vaya. antes de poder articular qué es común, quizá convenga profundizar precisamente en lo propio. controlar cómo tengo el patio de atrás antes de echarme a la plaza mayor.

los límites son necesarios ( no me voy a meter a hablar de «esa cosa del fluir» … )

una cuestión es lo que trae la vida, y otra lo que cada quien se cuenta sobre ello.

me explico: a quién le atribuimos lo que nos pasa? al afuera? al adentro? a dios? al destino? a la mea culpa ?

hablo de dimensión ética. de subjetividad. de eso va el psicoanálisis…

una cosa es lo colectivo, otra es lo personal. ambas tienen contenido per se.

hay una parte propia e intransferible de responsabilidad en nuestras vidas. de darle sentido a nuestra historia de vida. de construir una narrativa sin lagunas. de coser -con el hilo vertebrador de la mirada interna- esos acontecimientos que van pasando. para echar la vista atrás y poderse explicar lo que fue y como lo hicimos.

porque sin hacerse preguntas y darse respuestas, los acontecimientos pasan y nos convertimos en espectadorxs de la película, encogiendo los hombros y comiendo palomitas. yendo a un centro comercial y comprando compulsivamente en indetex. cayendo en las mismas piedras relacionales una y otra vez. así es la condición humana.

hacer terapia sirve para ayudarnos en ese proceso.

para ganar en presencia. para crecer en humanidad. para ampliar la comprensión y la mirada. para transitar la vida tomando decisiones. se trata de convertir el viaje en un cuento con un leiv motiv, y no en una biografía aséptica. de eso va hacer terapia. de explicarnos lo que hacemos con este hermoso regalo que es la vida. de poner conciencia en lo que sucede. para que el día que llegue la muerte -nunca se sabe si será mañana- se pueda descansar con tranquilidad sabiendo que en cada momento, me hice cargo de mis pasos.

hoy día la sociedad es laica, dónde y cómo respondemos de la moral y la ética ?

hacer terapia a veces escuece. porque hay tomas de conciencia que duelen. y episodios cargados de trauma. pero es seguro que libera.

sacar las cosas de debajo de la alfombra en cada sesión, para no tropezar a cada paso.

hacer terapia no es sólo para momentos de crisis y sufrimiento psíquico intenso. puede enmarcarse también en un proceso de crecimiento personal. no es para locxs exclusivamente.

un/a buen terapeuta nunca va a decirte qué has de hacer. más bien te va a acompañar amorosamente a poner luz donde no estás mirando. y va a abrir tu percepción a través de preguntas clave en momentos justos. si tienes el arrojo de ir buscando las respuestas, llega el día en que te haces solitx las preguntas de forma orgánica. y se va arraigando una presencia interna -sesión a sesión- que dota de una estabilidad tremenda frente a lo que venga. haciendo terapia, el discurso interno se vuelve poco a poco fecundo.

para que la vida tenga un sentido, justamente el que tú le quieras dar.

porque no es lo mismo la vida de pepa que la de juan. ni la manera en que se la cuentan a sí mismxs, mientras consultan a la almohada o conducen.

pepa y juan y cualquier ser humano del planeta se van a cruzar con otros tantos de su especie, pero con nadie dormirán cada noche desde que nazcan hasta que se mueran. porque en el canal de parto y en el ataúd solo cabe una persona. así que pinta provechoso tratar de conocerse, de llevarse bien con los recovecos de nuestra alma, en vez de mirar tanto fuera.

comprometerse con unx mismx. jurarse quedarse en el pellejo.

escribir un diario, por ejemplo.

ir a terapia, lo digo en serio.

se trata de habitar la vida hasta los márgenes.

como limpiamos la casa cada tanto y regamos las plantas, igual pero con el alma.

conquistar la propia intimidad sin fisuras.

saberse dueñx de la propia subjetividad.

poder elegir eso.

nombrarlo.

crear un espacio propio para mirar dentro.

agendarlo. bajarlo al cuerpo. pagarlo. ir. mojarse. volver a agendarlo. contar con ello.

cuidar ese espacio.

en compañía de alguien que puede aportar un frontal en lo más oscuro.

y cogerte la mano fuerte, porque ya ha pasado por ese sitio en su propia terapia.

porque ya ha visto a muchas personas con el pecho abierto, vulnerables y desnudas, otear similares parajes.

porque nada de lo humano le es ajeno a una buena terapeuta.

y transitar esto, en un mundo dónde todo está líquido. poder elegir eso, lo digo en serio. eso sí es libertad.

y entre otras cosas, la terapia contribuye a ganarla.

y no hay placer en el consumo que supere eso, ni de lejos. no hay netflix, tinder, wallapop o amazon que valgan frente a esto. y cuando te das cuenta, hay zanahorias del capitalismo detrás de las que no vas. porque las preguntas de terapia ya te tienen bastante del revés como para importarte el zara. y miras temas trascendentales de los que nunca se habla entre cervezas: la muerte, la textura de las relaciones que eliges y construyes, cómo la pasaste cuando eras un tierno niño pequeño, ese miedo que llevas como piedra en el zapato.

de hecho, a veces me pregunto si esmerarse en el patio propio de atrás será igual o más emancipador que salir a la plaza mayor. por más que se haya demonizado el privilegio que hay en ir a terapia, pongo en valor su potencial liberador. y el poderío inenarrable que se gana sesión a sesión.

sueño un mundo donde la sanidad pública ofrezca terapia frecuente gratis. donde se pueda elegir un modelo de atención que no necesariamente se limite a lo farmacológico. donde se desestigmatice «ir al loquero». donde se entienda que revisarse no es necesariamente caer en el individualismo y desarticular el discurso crítico y comunitario. donde se viva como un derecho y se refuerce positivamente, como acto de hacerse cargo de lo que a cada quien le toca.

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